Escondidas a la vista de todos, buscamos un reparo seguro,
y allí la montaña de 32 piedras pudo convertirse en muro.
Oyendo mentes inquietas en busca de supervivencia,
nos escapamos de la vida en zumbidos de inconsciencia.
En el lugar que uno busca para esconder las realidades,
hallamos la islita que flota en nuestros mares.
Aguardadas por los altos dueños de nuestra verdad,
supimos cobijarnos sin temer al regresar.
Cada razón que me ha traído hasta acá,
he convertido en mi elección.
Buscan su guarida fingiendo no vernos pasar,
vuelan sobre nosotros sin saber a dónde van.
Y esas luces que no alumbran, el tiempo las ha de encender,
cuando todo se vuelva oscuro y frío, no habrá viento que las pueda mover.
Y algunos se escabullen, amando la infidelidad,
son criaturas del alma tratando de experimentar.
Matarlos sería inútil (su reproducción va más allá),
en vano es el principio, si el olvidado ha sido el final.

Rara vez descubramos qué nos ha traído hasta acá...
Quizás lo que nos ha empujado, fue haber creído en la soledad.
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