Página Principal

13 noviembre 2012



Esa noche lo escuché quejarse.. rezongar. Y yo solo tenía ganas de callarlo con un beso, de darle un abrazo, 
una caricia mientras me llevaba a mi casa. Lo único que me importaba esa noche era su compañía. 
Hubiese querido detener el tiempo para seguir contemplándolo para siempre. Mirando su nariz, sus gestos, 
su mirada, sus manos al volante... Quisiera que todas las noches fueran así, que venga a mi casa... 
Que a pesar de estar enteramente cansado, tenga entusiasmo para tomar un mate conmigo. 
Porque... en esa noche no le dije ni una sola palabra... solo lo miré, apostando una y otra vez al amor que 
siento por el. Solo estando en mi casa me animé a hablarle. Se muy bien que él eligió esa vida de andar 
andando solo por andar. De adoptar responsabilidades que lo ahorcan, que lo consumen, que mastican 
su tiempo y sus ganas. Lo acepté como es, quejón, arrasador, audaz. Por amor. Porque lo soñé como 
padre de mis hijos, porqué compartía sus sueños, con el que asumiría desafíos sin miedo. Al que le 
confío mi vida. Por extrañarte fui capaz de buscar agujas que no habían en ningún pajar... 
Dios quiera que la vida me de el lujo de compartirla con él...


No hay comentarios: